martes, 4 de agosto de 2009

Los Ensayos, de Michel de Montaigne

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Filósofo, escritor, humanista y político correspondiente al período del Renacimiento, Michel de Montaigne (Francia, 1533-1592) es el padre del género conocido como Ensayo. Dominó las lenguas clásicas a la perfección antes que el propio francés. Estudió Derecho, se cree que en Toulouse. Sus libros han servido como referente a cientos de pensadores posteriores: en palabras de Charles du Bos, Montaigne es el más grande europeo de la cultura francesa; André Guide lo defendió como máximo representante de la literatura en francés, como lo era Goethe en Alemania o Dante en Italia. Los elogios a su colección de ensayos han sido vertidos por personalidades tan distinguidas y tan distintas como Orson Wells, Quevedo, Nietsche o Zweig.
Fuertemente influenciado por los clásicos de Grecia y Roma, con todos los rasgos que precisa la intelectualidad que preludiaba la Ilustración, su obra es de una reflexión profunda a la vez que desenfadada. Sus composiciones muestran, con una elegancia subrayable, un escepticismo que late cada vez con más fuerza y un pesimismo envolvente, matices éstos difíciles de encontrar en otros autores de su época. El tono coloquial en que están escritas estas pequeñas obras maestras provocan en el lector la satisfacción de comprender, como diría Borges, "grandes ideas expresadas con palabras pequeñas".
Un claro obstáculo con que frenará el lector son la cantidad de citas y anotaciones que relentizan la obra; más de mil notas que en su mayoría tienen raíz en la poesía latina. Una versión recomendada de los Essays es la que realiza su "ahijada" Marie de Gournay en 1595, tres años después de que el propio autor consagrase la que parecía versión definitiva de sus piezas; la versión de su "fille d´alliance" puede encontrarse traducida al castellano por la editorial El Acantilado.
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[Fragmento: Capítulo 2 / Libro I.]
No es, pues, en el vivo y más enérgico calor del acceso cuando lanzamos nuestras quejas y proferimos nuestras persuasiones; el alma está demasiado llena de pensamientos profundos y la materia abatida y languideciendo de amor; de lo cual nace a veces el decaimiento fortuito que sorprende a los enamorados tan a destiempo, u la frialdad que los domina por la fuerza de un ardor extremo en el momento mismo del acto amoroso. Todas las pasiones que se pueden aquilatar y gustar son mediocres: Curae leves loquuntur, ingentes stupent. (Cuando ligeras se formulan, cuando extremas son mudas. Séneca Hipp., acto II, escen. 3, v. 607. N. del T).
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* La fotografía corresponde a una edición ilustrada por Salvador Dalí.


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