lunes, 23 de febrero de 2009

Evangelio, según San Juan

Para la lectura que recomiendo de la obra de San Juan Evangelista, es necesario despojarse de ciertos prejuicios que le vinculan invariablemente a la Religión. Sólo pretendo que se lean sus dos grandes obras, Evangelio y Apocalipsis, de un módo hedónico, lejos de teorías o significados que fueron luego añadidos a posteriori. Recomiendo estas lecturas como quien lee a uno de los más grandes poetas místicos de la humanidad.
Su obra está llena de símbolos que, como tales, tienen infinidad de matices, y pueden ser interpretado de cientos (si no miles o infinitas) formas distintas. En cualquier caso, estos escritos son indispensables y sirven también como acercamiento o primera toma de contacto a uno de los libros más interantes de la historia, La Biblia.

[Fragmento del Evangelio]
[1] En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios. [2] Ella estaba ante Dios en el principio. [3] Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho [4] tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. [...] Al creer en su Nombre [13] han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios. [14] Y la Palabra se hizo carne,

Poema de Gilgamesh, Anónimo

En palabras de Jorge Luis Borges: "Tal vez no sólo cronológicamente es la primera epopeya del mundo; diríase que todo está ya en este libro babilónico". El poema de Gilgamesh es un escrito que data del año 3.700 a.C. Los fragmentos de las tablillas de barro cocido donde se había dejado grabadas las azañas del rey de Uruk fueron halladas en el siglo XIX, en la región perteneciente a Mesopotamia. Cientos de historiadores y eruditos han ido dando forma al poema para descifrar esta apasionante obra escrita en lengua acadia, teniendo ésta su origen en cinco poemas sumerios antiguos.
El poema trata de la eterna lucha del hombre con la muerte. Su protagonista, el rey Gilgamesh (el que ha visto lo Profundo) se lanza en busca de la inmortalidad realizando en su camino grandes hazañas y proezas memorables. La gran moraleja de este poema épico, imprescindible en cualquier biblioteca, es como el hombre consigue la inmortalidad en lo que podría ser "la vida de la fama" de la que luego hablaría Jorge Manrrique, es decir, auqnue uno muera, la obra que deje le hará inmortal.
Muchos estudios han relacionado las aventuras de Gilgamesh con otros escritos clásicos: El Diluvio (muy similar al Diluvio Universal de la Biblia), es un buen ejemplo. Y hay cientos de paralelismos de cómo estas tablillas pudieron influenciar a otras culturas, la Grecia clásica entre ellas.
[Fragmento, Tablilla I]
El que ha visto lo Profundo, los cimientos del país,
que conocía ..., era sabio en todas cosas.
Él, en todas partes ...
y aprendió de todas las cosas la suma de la sabiduría.
Vio lo que era secreto, descubrió lo que estaba oculto,
volviendo a traer un relato de antes del Diluvio.

domingo, 8 de febrero de 2009

Sendas de Oku, de Matsuo Basho

Matsuo Basho (1644-1694, Japón), está considerado como el padre de la poesía zen. Basho significa algo así como hojas de banano, y fue el apodo con el que fue conocido, pues la cabaña donde compuso parte de su obra tenía el techo recubierto con hojas de plátano.
Reinventó el haikü, forma poética tradicional que consiste en capturar un instante en un breve aforismo. Aunque el haikü estuvo siempre latente en la poesía japonesa, cobrando un importante auge en La novela de Genji (posiblemente la obra más perfecta de literatura de Japón), fue con Basho que ésta métrica pasó a ser piedra angular de la poesía posterior.
Su libro Sendas de Oku (o Senda hacia tierras hondas) es un apasionante cuaderno de viaje narrado a modo de poemas breves. La traducción más conocida, también la más recomendada, es la del poeta mexicano Octavio Paz, que en colaboración con Eikichi Hayashiya, ofrece no sólo un acercamiento al rico mundo interior del poeta, sino también una aproximación a la propia mente del autor, indagando en que querría transmitir en estos pequeños pero exquisitos versos. Su haiküs más célebre dice:

Furu ike ya
kawazu tomikobu
mizu no oto
(Un viejo estanque silencioso
de pronto salta una rana
!Zas! Chapoteos)
Ha sido interpretado de muchas formas. Personalmente, me inclino por la teoría que afirma lo siguiente: En el primer verso se muestra el estanque (la eternidad), en el segundo la rana (ser efímero y mortal, como el hombre) y concluye con chapoteo que esta produce en el estanque (el eco de una vida en el tiempo).

domingo, 1 de febrero de 2009

El arte de amar, de Ovidio

Publio Ovidio Nasón (Roma, año 43 a.C - 17 d.C) es, junto con Virgilio, uno de los poetas latinos más reconocidos de la antiguedad.
Aunque se destaque las Metamorfosis como su gran obra maestra de madurez, el placer de encontrar una lectura tan amena como el Ars Amandi (arte de amar) ha seguido cautivando a sus lectores muchos siglos después. El poeta aborda el tema principal, -el amor, fuente de inspiración de infinidad de autores-, con una perspectiva muy distinta a la que encontramos en poetas anteriores. Ovidio imprime un matiz más mundano y superficial, con un estilo claro, directo y analítico, y siempre sin perder el gusto por la búsqueda de metáforas y otros recursos líricos.
Podríamos afirmar que Ovidio escribe un manual de cómo satisfacer las necesidades carnales, un diario del hombre que ansía cortejar a una mujer, todo un vademecum de tácticas y pericias que siguen atrayendo el interés de los lectores. Pues, el asunto del que trata (el amor arrastrado por los deseos y placeres de la carne), tiene un fondo que forma parte de historia misma de la humanidad.
[Fragmento]
Las mesas de los festines brindan suma facilidad para introducirse en el ánimo de las bellas, y proporcionan además de los vinos otras delicias. Allí, con frecuencia, el Amor de purpúreas mejillas sujeta con sus tiernos brazos la altiva cabeza de Baco; cuando el vino llega a empapar las alas de Cupido, éste queda inmóvil y como encadenado en su puesto; mas en seguida el dios sacude las húmedas alas, y entonces, ¡desgraciado del corazón que baña en su rocío!